La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

jueves, 19 de noviembre de 2015

CUADERNO DE NUEVA YORK (II) - TIMES SQUARE O LA REALIDAD DETENIDA




En Nueva York, que no sabe de nuestra memoria sentimental 
ni de nuestro calendario, siempre es hoy y todos los momentos valen.
- Enric González. "Historias de Nueva York" -


Times Square no se puede describir. No hay palabras, ni siquiera imágenes, capaces de transmitir la sensación de estar bajo su influjo. Times Square es un hechizo, un decorado futurista, un tiempo y un espacio que anegan todo lo demás, un paréntesis donde sólo existe la realidad irreal de esas pantallas que proyectan mundos fabricados a medida, un festival de luces de colores que inunda los ojos y la mente, Blade Runner, Gran Hermano, una ráfaga de estímulos que cambian cada pocos segundos, que no paran nunca, que están ideados para atraparte, que te secuestran para siempre.




No sé cuánto tiempo me quedé parada enfrente de la Estación de Policía de la plaza, alucinando en colores (literalmente), sin poder repetir otra cosa que "qué flipe", en bucle, sólo eso. "Qué flipe", y la boca abierta, y los ojos aún más abiertos, deslumbrados por algo que no había visto nunca antes, por un puñetazo físico y mental, por una conciencia de aquí y ahora como no he sentido en ningún otro lugar, y a la vez un vértigo de estar en un lugar que no es de este mundo, que no es de este siglo, que es real e irreal de manera simultánea y con igual intensidad.

 

"Qué flipe", y el regocijo de J. ante mi asombro. "Sabía que te encantaría", su felicidad y su risa, entre las ráfagas y los destellos que bombardean mis sentidos.


El Bubba Gump Shrimp. "¿Eso es lo de Forrest Gump?", pregunto, todavía alelada. J. me explica que sí, con la ternura y paciencia que los padres emplean con sus hijos pequeños.












Bajamos por la calle 44, hacia la Séptima Avenida, buscando algún sitio para cenar. "Entonces, ¿esto es Broadway?". Sigo aturdida, confusa, descubriendo que nada es como imaginaba, alucinada en un escenario alucinante. "Pensaba que los teatros estaban en la 42", digo, bajo la enorme calavera de un restaurante que se llama Jekyll&Hyde. Por un momento, me parece que se mueve, que agita la chistera y sonríe.









Hemos dejado guías y apuntes en el hotel y nos dejamos llevar por la intuición, que nos lleva hasta la Octava. Obviamos el Shake Shack, cuya cola llega casi hasta la calle, y nos decidimos por un genuino restaurante americano, el Smith´s. Dentro, pantallas en todas las paredes del local retransmitiendo un partido de béisbol, bullicio de sábado noche pero no agobio (casi las 11 de la noche, es tarde para las cenas locales) y con más cansancio que hambre - es nuestra cuarta comida del día: bocadillo en el aeropuerto, comida y merienda en el avión - lo que más se agradece es el primer sorbo de coca-cola. Sin saberlo, J. probaría uno de los sandwiches que más le gustó de todo el viaje (cerdo en salsa, creo) y yo una hamburguesa clásica que me supo a gloria. Hicimos del Smith´s nuestro restaurante neoyorquino de cabecera. Volvimos dos veces más.


Sin saber que se trata de un local mítico, con más de 60 años de historia (un suicidio y un asesinato incluidos), que estuvo a punto de desaparecer en 2014. Sus dueños lo cerraron por las deudas (la historia salió en The New York Times), ante la consternación de sus fieles. Fue comprado por un exbombero y, al parecer, padre de una actriz famosa, cuya intención inicial era redecorarlo de arriba a abajo. Pero ante la presión ciudadana y al comprobar la devoción de sus parroquianos, decidió mantenerlo como estaba para que los neoyorquinos pudieran recuperar uno de sus santuarios favoritos. Reabrió sus puertas en febrero de 2015.


Espero que siga tal y como está en mi próxima visita a Nueva York. 







jueves, 5 de noviembre de 2015

CUADERNO DE NUEVA YORK (I)


New York is a diamond iceberg floating in river water.
Truman Capote


DÍA 1. El viaje es un estado de la mente.

Sábado 10 de octubre. Madrid.

18.15. Rutinas de aeropuerto

A veces, todo va bien. Facturación, control y embarque tranquilos, casi más de lo habitual. Encuentro con Nuria García-Alix en una terminal remota: alegría y buenas vibraciones. Fila de dos asientos. Ventanilla para mí. Cielo despejado. Nada de sueño, pese a no haber dormido más de dos horas.

De fondo suena Quique González. "Vidas cruzadas". Una luciérnaga azul y tú...¿no ves que hay una luz en el fondo de mi corazón?. Las señales y yo.

Entre las pelis disponibles, una que deseaba ver y que quitaron de los cines antes de que pudiera ir. "Los exiliados románticos", de Jonás Trueba. Otra señal.

Suenan los primeros acordes de "Me he perdido" y alucino. Antes de que Nacho Vegas empiece a cantar, cortan la canción para dar las instrucciones de a bordo. Pero la euforia no se va.

Nueva York con J.

Central Park y los patos.

Alegría, agradecimiento.

El resto no importa.


20.35. Diario de a bordo
  
La peli me hace pensar sobre los amores adultos. Que es un alivio haber dejado atrás también la década de los 30. Que a medida que uno envejece las decisiones las va tomando el tiempo y resulta liberador que se vayan cerrando posibilidades.
A partir de los 40 el futuro empieza a perder importancia. Sobre todo si no se tienen hijos ni responsabilidades familiares y un trabajo que te dé para vivir. Las decisiones vitales ya se tomaron (o no) y uno es consciente de que lo que hay es sólo presente. El reto más importante es lidiar con ello, pero sin esa angustia de futuro que se tiene a los 30, cuando parece que uno se ve obligado a elegir un camino sin vuelta atrás, y todo se lo toma a pecho, y todo le angustia. Diez años después se ha aprendido que todo pasa, que no hay nada irremediable, que todo es presente.

(He tomado notas para un futuro post sobre la película. En general fallida, inconexa y pedante, parece un video-clip de Miren Iza, a la que no se le entiende casi nada de lo que canta porque el sonido es pésimo, pero con cosas interesantes. Con un aire familiar de las pelis de Rohmer y Linklater que no puede no gustarme. Con citas literarias a tener en cuenta. Y con una mirada sobre las relaciones (el amor treintañero en la segunda década del siglo XXI) que me interesa)


20.59.  Flashes

En aire de nadie. Mar de nubes bajo el avión, sobre el Atlántico.

Viajamos hacia la luz. Cuatro horas después sigue sin hacerse de noche.

Las nubes parecen islas.

Ocho horas seguidas de luz.

Dentro de este avión es verano eterno.


21.10. Paisaje de avión

Las islas de nubes se vuelven desierto de espuma, blanco y rugoso; helado de nata, algodón y nieve.


00.21 (18.21 hora de Nueva York) . Destino 

La costa de Canadá como paisaje de fondo, primero.

Reflejos rosados en el ala.

La costa de Nueva York nos recibe con una puesta de sol desde el aire.


Franjas de atardecer en el horizonte.

Debajo, un desconcertante paisaje de lagunas y tierra.

Giro del avión sobre el mar.

Bruma azul de anochecer en la cola. Al frente, de nuevo rescoldos de sol.


La llegada

Trámites de aeropuerto, menos complicados de lo que se temía. Taxi a Manhattan. El horrible paisaje de autopista y afueras que separa los aeropuertos de las ciudades, tan parecido en distintos lugares. Es tarde-noche de sábado y hay atasco. Cansancio de avión e impaciencia por llegar, por descubrir algo reconocible. La necesidad de sorprenderse con los primeros rascacielos, las primeras luces de esta ciudad que nunca se apaga.

Registro en el hotel. Habitación en el piso 20. Por encima sólo la terraza.

Suite espaciosa, con un sofá y una cafetera. Una botella de champán y bombones Leónidas como obsequio de bienvenida. Un ventanal que da a los rascacielos de H&M y MetLife. Azoteas con tanques de agua y edificios en obras. Luces que iluminan la noche. Es Nueva York, sin duda.


Nos cambiamos de ropa y subimos a la terraza, a saludar al Empire State. Hoy luce de blanco. Todo resulta impresionante y tiene un toque de irrealidad. La incredulidad de los sueños cumplidos. Estar allí, por fin.

Me dejo llevar por calles aún desconocidas para mí. Voy noqueada de cansancio, emoción, excitación y asombro. Quiero verlo todo, descubrir lo que hay aquí y allá. Todo me sorprende y me abruma. Y eso sin haber llegado a Times Square.






domingo, 1 de noviembre de 2015

ACERTIJOS


ACERTIJOS

Y si la piel recuerda más que el hambre,
¿dónde quedan nuestras manos?
¿dónde la palabra
incapaz de deshacer cicatrices
con la precisión con la que abre heridas?

¿A qué esta necesidad de una mentira?
¿De dónde esta sed,
esta furia,
estas ganas de guerra,
este afán de derrota?

¿Por qué el ansia insaciable de lo que hiere,
de lo que arrastra,
de lo que mata?

Entretanto
las preguntas,
el misterio,
los silencios,
la espera.

Poco importan las respuestas.

No hay salida en este laberinto
de contradicciones y trampas,
de humo y espejismos,
de números imposibles.


Al final,  la nada.