La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

lunes, 21 de junio de 2010

Silvia

SILVIA


Silvia, a los quince
con su melena olor a menta
manta dorada
donde soñaban enredarse
los chicos más guapos.

Silvia, a los veinte
alta y lejana
tras los escaparates,
musa de mis amigos.

Silvia a los treinta y cinco
es morena

se casó
tuvo dos hijos
dejó el trabajo.

"Perdió su encanto", dicen todos.

martes, 8 de junio de 2010

Tarde de Emily y lluvia

Ojalá fuese para ti el verano
si los días de estío se te alejan


El cielo nublado y la ventana abierta. El aire fresco y el olor a tierra mojada. La indolencia de una tarde sin obligaciones en mucho tiempo. La felicidad de estar disfrutando del momento, de lecturas ajenas haciéndolas mías. Emily Dickinson llena este atardecer húmedo de nostalgias imprecisas.


¿Y quién me sacará un día de fiesta,
con unas alas para huir,
con pompa que aún no te figuras?


La ropa de invierno en la lavadora, la de verano dispuesta para ser planchada. Las ganas de escribir, las fantasías sobre planes cerrados y sobre viajes inexistentes. El miedo fuera, el vacío a llenarlo a base de ilusión. La gente que me quiere y que está, a los que no están no los quiero para nada. La sensación de que aún quedan algunas primeras veces.

La lluvia suave llevándose el calor, junio incipiente, palabras que hacen soñar.


Saber llevar nuestra porción de noche
o de mañana pura;
llenar nuestro vacío con desprecio,
llenarlo de ventura.

Aquí una estrella, y otra estrella lejos:
alguna se extravía.

Aquí una niebla, más allá otra niebla,
pero después el Día.


Hoy algunos poemas me describen.


Hay una soledad del mar,
una soledad del espacio,
una soledad de la muerte.
Y no obstante parecen compañía
comparadas con esa más profunda
–intimidad polar,
infinitud finita:
la del alma consigo.



(Poemas extraídos de: Emily Dickinson. Poemas. Colección Visor de Poesía. Traducción de Mariá Manent)

jueves, 3 de junio de 2010

Verano


A veces, en un ataque de flaqueza, la mujer que ahora vuelve a estar en tierra de nadie se descubre lamiéndose heridas en forma de cicatriz que le recuerdan que ha sobrevivido. Se sorprende de seguir en pie y piensa que ser osado y ser valiente no es exactamente lo mismo, aunque a menudo sus consecuencias son parecidas.

A veces, en un ataque de nostalgia, el chico del área de descanso y el muchacho de la sonrisa roja se cuelan en las tardes calurosas, en las noches que presagian verano. Y no hay primavera capaz de espantar el miedo. El miedo a no volver a amar como aquel verano del 98, cuando el universo conspiraba y todo era posible, cuando no había ganas ni necesidad de salir de la habitación, cuando todo era descubrir y sorprenderse. Miedo a no volver a sentir temblar todo el cuerpo bajo una caricia, a no volver a reconocerse en miradas feroces, a saberse completa en el tacto de unos dedos. Miedo a no volver a estremecerse con mails de madrugada en noches de vigilia compartida como en aquel 2006, de amor después del amor, o del desamor, o del error. Miedo a no encontrar rival intelectual y dialéctico que provoque curiosidad y ganas y luego la folle con lujuria y vicio, ensalivándola hasta el orgasmo. Miedo a no volver a encontrarse con un hombre que no ronque, que cocine para ella, que la abrace con ternura y la penetre con delicadeza como aquel amor fugaz de 2009, ligero y fatuo como el fuego extinguido en picaduras de agua.

Ahora, la mujer que vuelve a estar en tierra de nadie ha vuelto al pelo corto, a su espíritu de niña ansiosa con ganas de verano y viaje. Esa eterna adolescente vuelve a reconocerse en las fotos de veranos felices, antiguos pero no olvidados, relucientes en las fotos que nunca desaparecieron.

Ahora, la chica del área de descanso vuelve a tener una sonrisa dispuesta en el bolsillo y una chispa de futuro presta a prender bajo las noches de julio y el sol de agosto.

Porque las ganas de felicidad siempre fueron el mejor conjuro contra el miedo.