La vida consiste en equivocarse, cada uno a su manera. -Manuel Vicent-

Es preciso tener un caos dentro de sí para dar a luz una estrella fugaz.-Nietzsche-

La vida es una mezcla de aquello que deseamos hacer con ella y aquello que somos capaces de hacer con lo que ella nos trae.-Sergi Bellver-

domingo, 28 de noviembre de 2010

Confesión en sepia

Uno es de donde estudia el bachillerato (Max Aub)


Juego a la nostalgia desde la impostura literaria. Contar lo que se recuerda nunca falla: las palabras fluyen solas, los hechos se adornan desde el presente. Cualquier relato del pasado es sólo una versión de la realidad. La que elaboramos con los datos que procesamos a nuestra conveniencia, de las múltiples posibilidades existentes. Otros podrán corroborarla, pero siempre habrá un matiz que marque la diferencia. Contar una historia implica inventarla, crearla mientras se narra. Nadie cuenta lo mismo de la misma manera.


Juego a la nostalgia pero es sólo eso: un juego. Pasé más de una década enganchada a un pasado que sólo yo parecía haber vivido. Náufraga más que superviviente, abandonada a recuerdos que todos parecían empeñados en olvidar. Me costó crecer y lo hice a golpe de desengaños y pérdidas, de huidas ajenas que todavía hoy no comprendo.

Libre de toda carga, respiro tranquila, orgullosa de haberme hecho mayor. De que las canciones ya no duelan. De no querer volver. Ya no.



martes, 23 de noviembre de 2010

Con una nevera nueva las cosas sólo pueden mejorar


Por muy mal que vayan las cosas, siempre irán mejor con una nevera nueva que sin nevera. Puedo decir en voz bien alta, sintiéndome orgulloso, que soy un hombre afortunado por tener una mujer y una súper nevera. No sé qué pensará ella, creo que se siente más feliz de tener una nevera nueva en su cocina que a un hombre viejo a su lado. Llega un momento en que todo hombre se siente acabado y viejo y no hay mujer ni nevera que pueda resolver tan peliagudo asunto. No es cuestión de edad, ni de que a uno le salgan canas o pierda el pelo. Hablo de otra cosa. Un hombre que espera todo el día sentado en casa sin hacer nada más que aguardar la llegada de una nevera no es un hombre de provecho. En eso ha consistido mi jornada de hoy: en esperar a que trajeran la nevera y luego esperar a que las cervezas estuvieran en su punto y luego en esperar a que llegara mi mujer del trabajo. Ella se ha levantado pronto esta mañana, más pronto que yo, como todas las mañanas, lógico si tenemos en cuenta que yo me he acostado mucho más tarde y que no tengo la obligación de levantarme a ninguna hora en concreto porque yo soy artista y, ya se sabe, los artistas no tenemos horarios fijos y por eso podemos permitirnos el lujo de pasarnos el día entero esperando la llegada de una nevera. Ella se ha levantado, se ha duchado, ha preparado el desayuno, ha desayunado, ha dejado una lavadora puesta que yo debía tender pero se me ha olvidado, con el asunto de la nevera no he pensado en otra cosa y no he hecho otra cosa en todo el día. Después ha conducido 25 kilómetros hasta llegar a la oficina. No tenemos hijos, pero, si los tuviéramos, seguro que ella se habría encargado de darles de desayunar y dejarlos en el colegio. En su hora del desayuno laboral habrá ido a recoger un par de trajes de la tintorería. Después habrá aprovechado parte de la hora de la comida para ir al gimnasio y después otra vez al trabajo. Desde allí habrá llamado para que vengan a hacer la revisión del gas, como quedamos, ya que a ella las llamadas desde la oficina le salen gratis. A la salida del trabajo se habrá pasado por el centro comercial para tener algo, aparte de cervezas, con lo que rellenar la nevera, esta magnífica nevera que a partir de ahora compartiremos. Yo no he podido ducharme ni afeitarme todavía, no he querido hacerlo por si llegaban los de la nevera. Después ya me ha dado pereza, total para qué si ya hoy no voy a salir de casa. Y aquí sigo, esperando que vuelva ella del trabajo, con la compra, orgulloso de nuestra nevera nueva, de nuestra vida en común, ilusionado.


(*) Texto escrito para el taller. Es de septiembre de 2009.
Justificar a ambos lados

jueves, 4 de noviembre de 2010

Mentiras

"Yo suelo mentir", me dijo
desde sus ojos de vodka con naranja.

"Pero a veces digo la verdad",
y se retorció el pelo.

"¿Serás capaz de aprender a no creerme?",
el humo de su cigarrillo cegó mi boca.

Jamás he vuelto a besar
labios tan sinceros.